Un buen tío. Por Arcadi Espada (I)

1. Para quien no conozca a Arcadi Espada le diré que Espada es como Morfeo en Matrix: puedes elegir no seguirle y mantenerte en tu burbuja de realidad, o puedes elegir leerle y pasar a entender la realidad como nunca hasta entonces…pero en tal caso es muy probable que tu burbuja explote.

2. Su último libro es Un buen tío. Cómo el populismo y la posverdad liquidan a los hombres. Publicado en 2018.

En él recoge y analiza las 169 portadas que El País dedicó al asunto de los trajes de Camps durante tres años, entre el 2009 y el 2012. Pero el libro no trata sobre Francisco Camps, sino que aborda la manipulación periodística. En él desgrana el método, la transcendencia e incidencia de la manipulación y atisba algunas de las gravísimas consecuencias de la misma. Espada va comentando una a una las portadas y va desvelando las técnicas de manipulación utilizadas en cada una de ellas, contextualizándolas con datos del proceso judicial y de sus entrevistas con Camps y otros protagonistas. Todo ello con su peculiar estilo mordaz pero inevitable.

3. El contexto general de estas portadas es la oportunidad editorial que brinda una investigación como la que se inició con los trajes de Camps. El libro demuestra, sin género de duda, cómo El País aprovechó la noticia para montar una deleznable campaña de acoso y derribo a Francisco Camps, -y al PP-. Lo más preocupante es que Espada cree que la campaña no fue especialmente consciente ni deliberada, sino que simplemente fluyó, pues este es el actual método periodístico de análisis de la realidad. Que la campaña y manipulación responden al «flujo de trabajo» propio de las actuales redacciones. Los medios no buscan ya la verdad, sino la confirmación constante de sus prejuicios. Ya dijo Morfeo que no nos gustaría lo que veríamos.

4. En el libro se describen, por un lado, las técnicas periodísticas de manipulación. Unas son muy obvias y habituales, y otras más interesantes:

  • Desde la alevosía que supone hacer amarillismo en la prensa seria, pues la prensa amarilla, por su propuesta y su propia estética, ya avisa de que el tratamiento periodístico en ella es poco fiable, cosa que no esperas de la prensa supuestamente seria.
  • Hasta la elección sistemática de una semántica perniciosa: siempre que se pueda colocar un adjetivo, que sea peyorativo. Si se puede insinuar un defecto, se insinúa. Si se puede insultar, se insulta.
  • Pasando por la utilización de las fotos más chocantes y denigrantes para ilustrar los artículos.
  • O la simple reiteración y repetición de noticias sin propósito informativo alguno, al más puro estilo geobbeliano.
  • La utilización de fuentes anónimas para introducir la opinión del propio periódico.
  • La confusión constante entre lo que es opinión y lo que es información.
  • El incesante recurso a la falacia, para consolidar la imagen tendenciosa que se pretende dar.
  • Y la mentira. Más o menos directa, pero mentira:
    • Efectúa afirmaciones y conclusiones en los titulares que no se corresponden con los datos que aporta el artículo.
    • Oculta hechos verdaderos que contrarrestan los que sí se publican.
    • Los argumentos acusatorios se presentan siempre como verosímiles, mientras que se tergiversan continuamente los argumentos favorables y, en último extremo, se tacha su origen o credibilidad.
    • O simplemente miente: en los datos, en las fechas, en las transcripciones de conversaciones, en las declaraciones, en los hechos…en todo!

Técnicas todas ellas ínsitas en el marco de una operación de tres años. Tres años seguidos mintiendo, tergiversando, manipulando. La prolongación en el tiempo no es un condimento accesorio de la manipulación, sino que es una agravante cualitativa: nadie puede abstraerse a una manipulación de tres años, el mensaje torcido se ha incorporado ya al paisaje cotidiano y forma parte de él…y de todos nosotros. Tal es el poder de la reiteración.

5. Tanto o más interesante que las meras técnicas, es la categorización que Espada hace de los elementos de la manipulación; y que revelan la profundidad del mal que esta manipulación produce.

  • Espada nos descubre el concepto de preverdad: que es la verdad que el periódico quiere que sea y que trabaja para que acabe por manifestarse. Es interesantísima su presentación de la relación de preverdad y posverdad, ambas a espaldas de la verdad.
  • Por obvio que debiera ser, nos recuerda también que tan importante es lo que se cuenta como lo que se oculta y concluye: «un periódico es lo que publica y lo que no». Por desgracia, a día de hoy, no puedes acercarte a ningún medio de comunicación sin vigilar tu cartera…a buen seguro te está colando algo.
  • Igualmente nos advierte de que nos hemos acostumbrado a que los periódicos tengan acceso franco al sumario, incluso cuando todavía está secreto para las partes. Más allá de la vergüenza institucional que eso debiera provocarnos, no se ha analizado a fondo lo lesivo y pernicioso que esta realidad supone para alcanzar la verdad.
  • Espada nos revela, sin dejar ni un puñetero resquicio a la duda, que el trato de la noticia se ha convertido en un ejercicio de adelantamiento de la noticia y, por tanto, en una mecánica dedicada a conseguir que la noticia se produzca. Cuando surge un hecho que al periódico le parece útil para su línea editorial, se ha pasado de la búsqueda de la verdad a la búsqueda de que sea verdad. Y para ello se han traspasado todos los límites de lo moral, legal, e incluso racional. Para muestra: el acecho a los jueces y al sistema judicial que describe Espada en el caso Camps es espeluznante. Y tanto más lo anestesiados que estamos frente a las proporciones que ha alcanzado. Entre muchas otras (169 portadas dan para mucho), el libro desmenuza dos episodios insólitos: el ataque descarado al jurado popular que absolvió a Camps y el ataque descarnado al Presidente del Tribunal Superior de Justicia de Valencia, Juan Luis de la Rúa, con la única intención de influenciar, primero, y desacreditar, después, la decisión que hubiera de tomar ese Tribunal frente a Camps.
  • Espada destapa también la «turbia sociedad que forman algunos policías, algunos fiscales, algunos jueces y tantos periodistas» que es extensión, y brazo ejecutor, de la consecución de esa preverdad útil para causas distintas a la de la Justicia. Ya os digo que el libro no tiene desperdicio.
  • El libro desvela, en dramática conclusión, que vivimos por y para nuestros prejuicios y, lo que es peor, que los mismos no son nuestros, sino que se nos imponen mediante campañas de manipulación y preverdad.

6. Pero lo que es más importante del libro no es lo que describe en sí mismo, sino lo que saca a relucir: Espada aflora cómo la prensa ha conseguido escindir la verdad jurídica de la verdad real. Según este planteamiento, -especialmente utilizado por los medios en las batallas públicas por el poder-, existiría la verdad jurídica, que es la verdad que obtienen los Tribunales a través de sus complejos procesos jurisdiccionales y que, por las excesivas trabas que existen en dichos procesos (léase garantías y derechos fundamentales), muchas veces se encuentran impedidos de sancionarla; y la verdad real, la fundamental, lo que realmente ocurrió, de la que son depositarios los medios y que solo ellos conocen y respetan. 

Esta interesada, -y absolutamente falsa-, disociación de verdades, la jurídica y la real, es el mayor desafío al que se enfrenta hoy por hoy el Estado de Derecho y, en su constatado fracaso, descubrimos el Estado fallido que tenemos pero no nos atrevemos a reconocer.

Espada no desmenuza esta parte, solo la apunta al mejor estilo socrático, y a ella dedicaré una próxima entrada, pues el Estado fallido producto de la turbia sociedad entre jueces, fiscales, policías y periodistas es una realidad más antigua y enraizada que la que describe el libro y, en gran medida, es el motivo fundamental por el que decidí iniciar este blog.

 

2 Respuestas a “Un buen tío. Por Arcadi Espada (I)”

  1. Anónimo27/10/2018 en 11:42 amRespuesta

    Parece que ahora la monarquía está en el punto de mira.

  2. Anónimo31/10/2018 en 2:45 pmRespuesta

    Excelente análisis. ¡Chapeau!

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