Junto al Shylock de Shakespeare (El Mercader de Venecia), Fagin es el personaje judío más conocido de la literatura inglesa. El más conocido y el más malvado: es el villano judío que atormenta a Oliver Twist en la novela de Charles Dickens. Shylock y Fagin contribuyeron a crear el estereotipo de judío avaro, retorcido y diabólico que persiste aún en nuestros días.
Pero la realidad es que Dickens no tuvo intención alguna de crear o contribuir al estereotipo. Es más, cuando, tras la publicación de la novela, fue advertido de ello, trató de corregirlo en posteriores ediciones de la misma, eliminando las referencias a «el judío» y publicando otra novela, Our Mutual Friend, en la que es precisamente un judío el personaje más bondadoso y honorable que aparece en ella.
Quienes han indagado en las motivaciones de Dickens al crear a Fagin no han hallado razón alguna para interpelarle; incluso es posible que Dickens no hubiera conocido judío alguno antes de escribir la novela y resulta claro que no tenía animadversión específica contra el pueblo judío, ni como raza, ni como religión. Entonces, ¿cómo puede una creación literaria, sin la mínima intencionalidad, convertirse en un elemento tan dañino para la imagen de todo un pueblo y alcanzar repercusiones tan globales y perdurables en el tiempo?
Estamos ante una trampa de la comunicación: la dinámica emisor-mensaje-receptor que preside toda forma de comunicación esconde perversas disfunciones que nos obliga a hablar más de descomunicación que de verdadera comunicación. El mensaje de Dickens llegó totalmente desvirtuado a los lectores.
El mundo de hoy, el mundo de la información constante y global, es realmente el mundo de las trampas de la comunicación: no hay información emitida que no se pervierta o se intente pervertir en el camino a su comprensión.
Dickens trató sin éxito de enmendar su error. Era imposible. Esa es otra enseñanza de la anécdota de Fagin: la disfunción no la provoca el emisor, ni, en la mayoría de ocasiones, el mensaje. La disfunción, la trampa, la crea el receptor. Es esta una enseñanza fundamental para corregir las disfunciones: solo la correcta recepción puede evitar la disfunción. Solo el consumo responsable y sensato de información puede evitar las trampas de la comunicación.