¡Vergüenza, España, vergüenza!

Vergüenza España y Europa. Que el COVID-19 no nos impida seguir señalando la mayor de las vergüenzas que habrán visto nuestras vidas: se nos siguen muriendo inmigrantes que tratan de llegar a nuestras costas. Esta semana han sido al menos 50 inmigrantes ahogados tratando de llegar a Canarias.

No negaré la dificultad del tema de la inmigración. Ni siquiera estoy seguro de que tenga una solución buena y realista. Pero lo que sí sé es que es vergonzoso que hombres, mujeres y niños se ahoguen ante nuestras costas. Es la peor de las distopías hecha realidad: los pobres y oprimidos arriesgando su vida para salir de la miseria y nuestro mundo de la opulencia mirando, indiferente, como se ahogan cuando están a punto de alcanzar la costa.

Deberíamos conseguir un consenso absoluto y radical para evitar estas muertes. No quiero entrar en qué deba pasar después,  una vez rescatados, yo tengo mi idea y otros tendrán otras. Y entiendo que hay muchos intereses en juego, que son decisiones difíciles y que hay muchos implicados. Ni tampoco exijo que nos tengamos que sentir responsables de todas las causas de migración, ni de todas las penurias que pasan los migrantes durante sus odiseas. Eso también tiene muchas aristas y matices. Estoy hablando de algo más simple y primario: nadie se nos puede morir llegando a nuestras costas. No me creo que no se pueda convenir en este mínimo necesario de humanidad. Llegan a Canarias, a Formentera, ¡incluso a Cabrera! Hay tecnología más que suficiente para detectarlos y medios humanos y materiales para evitarlo… -gastamos tanto dinero en cosas innecesarias-… No me creo que cueste tanto evitar que seres humanos mueran de esta forma tan terrible.

En mi opinión es un estigma que no se borrará nunca. Es un pecado capital como país, como Unión y como civilización, que lo cuestiona todo. En nuestra desidia e indiferencia se concentra y atisba, como en ninguna otra cosa, la derrota del proyecto colectivo y la decadencia del individuo de Occidente: se desvanece el proyecto común y excepcional de los europeos, que, sustentado en el reconocimiento de los derechos humanos individuales e inalienables, se niega a sí mismo con cada ahogado; y retrata nuestro peor perfil como seres que hemos perdido los rasgos esenciales de humanidad, sumidos en el egocentrismo y anestesiados por el consumo. ¡Mueren a nuestros pies! ¡Si levantamos un poco la vista podemos verlos!

¡Vergonya, cavallers, vergonya!

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