Aporofobia y silencio administrativo, de Sara Mesa.

En su Silencio Administrativo, Sara Mesa relata de forma directa y serena su propia vivencia en el laberinto burocrático de las ayudas sociales. En 2018, y tras la entrada en vigor de la nueva renta mínima de inserción social, Sara y varios amigos suyos trataron de ayudar a una sin techo a conseguir cumplimentar los trámites necesarios para obtener la renta mínima. Sara y sus amigos, encarnados en Beatriz la protagonista, se sumergen confiados en la burocracia de la marginación y descubren una nueva acepción del concepto de marginado: condenado al ostracismo administrativo.

Sara va explicando las múltiples exigencias administrativas que se necesitan para obtener la renta mínima y descubre en primera persona los grandes males de la Administración española; males que se dan en todos los ámbitos y que nos afectan a todos, pero que son demoledores para los más necesitados: falta de medios, duplicidades, ineficacias y hastío funcionarial.

Desde exigir a un sin techo un certificado de empadronamiento para poder ser atendido, hasta pedirle un móvil o dirección física donde ser notificado. Pasando por la inscripción oficial como demandante de empleo, el alta en el censo de la Agencia Tributaria, número de Seguridad Social, certificado negativo de pensionista, justificante de ingresos del año anterior, certificado de convivencia y residencia. Incluso un certificado colectivo del historial de domicilios. ¡Ni Sara, ni Beatriz, ni yo habíamos oído hablar nunca de este documento!

y, después, el silencio administrativo. ¡Qué gran descripción de esta triste figura del administrativismo español! Sara se da de bruces con esta terrible realidad administrativa y no da crédito: ¿se puede no responder? ¿la Administración puede no responder?…

La experiencia que nos describe Sara, sin calificativos ni aleccionamientos, pone el dedo en la llaga de los que son probablemente los dos problemas más importantes del Estado español: la aporofobia y la burocracia administrativa.

La aporofobia es el odio al pobre: este miserable autoengaño que nos lleva a creer que la pobreza es voluntaria, que hay medios para salir de ella, que quien no sale es porque no quiere y que ya hacemos bastante; autoengaño que, indefectiblemente, consigue su permanente invisibilidad.

La burocracia es el mal moderno, la carcoma del sistema democrático, su perversión: es el medio transformado en barrera que impide lograr el fin.  El alimento del populismo, el sendero al hastío y el campo fecundo para la corrupción.

Pero no todo es malo. Beatriz y Sara nos demuestran que la sensibilidad social sigue allí, intacta. Que visibilizando el problema se acerca la solución. Que hay personas y colectivos empeñados en conseguir que esto funcione, desde el Defensor del Pueblo hasta las Asociaciones sociales. Y que hay gente como Beatriz que no va a desfallecer en el intento.

¡Enhorabuena Sara por esta crónica imprescindible!

 

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