«Decir que la posverdad y las fake news o noticias falsas son gran parte de la esencia de la comunicación y de las relaciones sociales de nuestros días quizá sea una de las pocas verdades absolutas que nos queden en pie. Según el informe de la consultora Edelman (Edelman Trust Barometer1 2018, que encuestó a más de 33.000 personas en veintiocho países), el 63% de la población mundial no es capaz de distinguir entre noticias verídicas y rumores. En el mismo documento se afirma que un 59% de la población opina que cada vez es más difícil saber si una noticia proviene de un medio respetado o no. Resulta paradójico comprobar cómo la sociedad de la información sufre una auténtica epidemia de desinformación…»
El filósofo Byung-Chul Han avisa del cambio de paradigmas en la adquisición de conocimientos en el mundo de la información global. Sin duda es cierto: hemos pasado de tener personas simplemente desinformadas, -por tanto sin conocimientos en muchas materias que les eran ajenas-, a tener una mayoría de personas mal informadas, es decir, personas que se creen saber de determinadas materias y, por tanto, opinan sobre ellas y toman decisiones, pero sus conocimientos son erróneos.
En cierta manera, asusta que el Ministerio de Defensa decida incluir la postverdad en su estrategia de defensa, porque confirma la amenaza que supone. Pero al mismo tiempo es alentador comprobar que las costuras funcionan; que más allá de la histeria colectiva, -que narra el apocalipsis en cada telediario, chat o perfil de internet-, las instituciones identifican los problemas y proponen estrategias de solución.